Aunque el calabacín no necesita introducción, es fácil reconocerlo por su piel lisa, de color verde oscuro o claro, a menudo con pequeñas manchas o líneas. Su pulpa es suave y jugosa, perfecta para una infinidad de preparaciones culinarias.

¿Sabías que las flores de la planta del calabacín también son comestibles? Estas flores grandes y llamativas son un verdadero tesoro gastronómico. Se disfrutan rellenas, fritas o como un toque especial en sopas y ensaladas. Su delicado sabor y textura las convierten en un clásico en la cocina mediterránea. ¿Te animas a incluirlas en tu próxima receta?